“El empoderamiento económico es una prioridad de trabajo en la región y en Paraguay”


Se presentó ayer, el informe denominado “El Progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe 2017. Transformar las economías para realizar los derechos”, organizado por ONU Mujeres Paraguay con el apoyo del Ministerio de la Mujer. El evento La presentación tuvo lugar en el Hotel Crowne Plaza de nuestra ciudad y estuvo a cargo de Raquel Coello, Especialista Regional de ONU Mujeres en Empoderamiento Económico y de Verónica Serafini, economista paraguaya, quien expuso sobre datos del país, en relación a los diversos aspectos que aborda la publicación.

En la ocasión, la Representante de ONU Mujeres en Paraguay, Florence Raes, manifestó que el empoderamiento económico es una de las estrategias, o más bien una prioridad de trabajo, tanto en la región, como en el Paraguay para reducir los niveles de desigualdad y de pobreza, sobre todo en lo que respecta a las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad, como las mujeres rurales, mujeres indígenas, jóvenes. “No solamente es imprescindible para los derechos de las mujeres, sino que el empoderamiento económico de las mujeres se ha planteado al corazón de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional, porque sin eso no lograremos los otros objetivos”, aseveró.

“Desde 1990 hasta hoy hemos tenido en la región avances significativos, en términos de indicadores de igualdad entre hombres y mujeres, pero también de crecimiento económico de ciertas políticas sociales, como de protección social o de reducción de la pobreza. ONU Mujeres tiene como misión brindarles más datos y evidencias estadísticas desde el gobierno, sociedad civil, actores económicos y otros y ha invertido en la redacción de un informe regional para América Latina y el Caribe, mirando a cada país de forma más detallada”.

“El informe que se presenta hoy es entonces un paso hacia esa dirección, que a partir de un análisis de los avances, pero también de los desafíos pendientes para las mujeres en el ámbito económico, nos presentará seis estrategias claves para no retroceder y superar los obstáculos, los límites y avanzar más allá en el empoderamiento económico de las mujeres. Poner el empoderamiento económico en el centro de la agenda pública es fundamental si queremos tener economías más prósperas y resilientes”, subrayó Raes.

La Viceministra de Igualdad y No Discriminación del Ministerio de la Mujer, Claudia García, expresó a su vez que es necesario enriquecer esta nueva oportunidad para el Estado de fijar nuevos objetivos con mucho más conocimiento, a la luz de estos datos, que contribuirán muchísimo a esta estrategia, no solo de empoderamiento económico, no solo para la autonomía económica, ya que todas las autonomías se articulan e inciden unas en otras, todas van contribuyendo a que una pueda llegar a ser realmente efectiva y viceversa; no podemos hablar de la autonomía económica, sin la física, sin la política, y esa multidimensionalidad que tenemos cuando hablamos de igualdad de oportunidades de las mujeres y las niñas en todos los ámbitos”, señaló.

“Nos enfrentamos a un gran desafío como país, de poder recoger toda esa experiencia que tenemos a lo largo de estos 25 años, desde la creación de la Secretaría de la Mujer, y tomar en cuenta toda esta serie de informes, investigaciones, sistemas de monitoreo, tanto de los mecanismos nacionales y regionales, como para que puedan converger en un plan mucho más estratégico que realmente nos allane los obstáculos y que nos afiance en el camino hacia la igualdad de oportunidades para las mujeres y las niñas”, refirió García.

Pese a la reducción de la pobreza en los países latinoamericanos y caribeños, y a la contribución que la participación de la mujer en el sector laboral ha tenido para esta reducción, la pobreza se ha feminizado cada vez más durante la última década. Entre 2002 y 2014, mientras la pobreza bajó en casi 16 puntos porcentuales, el índice de mujeres en situación de pobreza aumentó 11 puntos porcentuales. Esta cifra se refiere al porcentaje de mujeres pobres de entre 20 y 59 años de edad, en proporción a los hombres del mismo grupo etario. Para 2014, el porcentaje de mujeres pobres era 18% más alto que el de los hombres.

El progreso que se ha logrado ha sido desigual entre las mujeres. Las mujeres migrantes, indígenas y afrodescendientes están sobrerrepresentadas en los trabajos más precarios y de menor salario. En la región, las mujeres indígenas permanecen en el fondo de la jerarquía de ingresos, mientras que las mujeres con menos educación son más vulnerables a dinámicas familiares patriarcales.

El informe identifica tres diferentes realidades definidas por factores estructurales que interactúan con el género, como niveles de ingresos, niveles educativos, edad del primer embarazo, etnicidad y raza. En un primer extremo se encuentran las mujeres en “pisos pegajosos”: aquellas que tienen educación primaria baja e ingresos familiares bajos. Su participación laboral es limitada y significativamente menor que la de los hombres. En el otro extremo se encuentran las mujeres con educación terciaria e ingresos familiares altos, pero que aun así chocan con los llamados “techos de cristal” que limitan su crecimiento y acceso a posiciones de toma de decisiones. Aunque este grupo se encuentra en una trayectoria más positiva que la de los otros dos, las mujeres que lo integran también se desempeñan en contextos laborales de discriminación y de segregación ocupacional que se manifiestan en la brecha salarial, que también afecta a las mujeres en otros niveles, y una carga desproporcionada del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, en comparación con los hombres.


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